Capitulo 12
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La bala disparada si no tiene un objetivo específico como la de dar en un centro determinado, ya para matar, ya para dar en el círculo que se haya colocado en el frente como ejercicio de una diversión y deporte, tiene imprevisibles consecuencias. Si la bala es disparada en un enfoque concreto y si va en línea horizontal, hace menos daño de cómo si es disparada al aire y en dimensión vertical, porque no se sabe dónde, cuándo y cómo se va a detener en su punto muerto para descender, con su también mortífero descenso en una incerteza de los efectos de su caída. Hasta puede producir más daño y perjuicios, que cuando tiene un objetivo concreto. Si es disparada en horizontal, ya se supone una cierta distancia y un verificable choque que la frenará. Justo ahí se detendrá y hará los estragos que hará, pero los hará de manera inmediata. Mientras que si es hacia el aire, todo queda encapsulado a la dimensión de la incertidumbre. No se sabe que pueda estar sucediendo en todo el resto, desde el momento que salió del arma. Habrá que esperar el estruendo de una caída, o el grito desesperado de herida a muerte de alguien que se haya encontrado con la triste suerte de recibir el aterrizaje de ese pequeñito plomo sobre su cabeza, o sobre cualquier otra parte de su cuerpo. Puede caer y matar, igualmente. Y no se sabrá de dónde haya venido, ni quien la haya disparado. Habrá venido desde las alturas para desgraciar la vida y la suerte de quien haya tenido la desgracia de ser la víctima. Pero, pueda que no suceda nada de lamentar, y caiga en sitio deshabitado.
En el caso de la situación habida con Lucas, estaba sucediendo lo de la bala disparada al aire. No había tenido un objetivo claro y preciso. Mejor hubiera sido que lo hubiera tenido. Se hubiese recogido los estragos y se hubiese reparado los daños causados, de manera inmediata. Pero no era esa la intención del que había activado el arma. Tanta flor junta en la alabanza que se había hecho, tenía ocultando las espinas de las rosas. Era ese un recurso que Damián venía descubriendo en Toribio, y eso le venía llamando la atención. Matías había sido participado de esa relación entre alabanza y hundimiento, en cuanto al jefe se refería.
Lucas había sido sometido al mínimo. Y no había tenido de otra que reconocer con mucho dolor y tristeza su gran derrota. La contienda a la que habían llegado las diferencias, llevaban a que uno de las dos partes tendría que salir totalmente derrotada. Ni siquiera se daba la oportunidad para medias treguas, o de medios terrenos cedidos. O era todo; o era nada. A esos extremos se había llegado. O la total ruina del contrario; o el total triunfo. El éxito de uno, implicaría y exigiría la destrucción sin misericordia de la parte opuesta. A eso se había llegado. Y todo estaba para que así fuera y se diera. No podía quedar el otro, medio derrotado, o medio triunfador. O era uno, o lo otro; pero de manera extrema. Y a eso estaban dedicados. El triunfo del jefe, significaría la total aniquilación de Lucas. El triunfo de Lucas, significaría igualmente, la total humillación del jefe. Aunque, si se miraban bien las cosas, hubiera sido el desplace total de Silverio, porque todo era obra de la estrategia camuflada de Silverio. Sin embargo, Silverio, hubiera salido ileso de alguna manera, pues quienes aparecían en la disputa declarada eran Toribio y Mateo. No le convenía a Silverio, bajo ninguna circunstancia, dejar que eso sucediera. Y así sucedieron todas las cosas.
La debilidad de Lucas había estado en que sus asesores no le presentaron las consecuencias como se fueron dando, y que fueron catastróficas. Lucas se cobijó bajo la influencias de otros agentes externos y extemporáneos, y se sintió apoyado por ellos. Lucas se hizo apadrinar del jefe de la capital, quien en alguna forma tenía una especie de poder sobre el jefe del que dependía Lucas. Pero a Lucas se le olvidaba que su jefe inmediato era totalmente independiente, y a pesar de que podría escuchar alguna que otra sugerencia o recomendación del jefe de la capital, no estaba sujeto a su autoridad. Lucas pensó que ese contacto y ese recurso iban a ser su salvación. Eso significaría, en el caso de que esas ramificaciones fuesen determinantes en las decisiones, el jefe Toribio tendría que someterse al de la capital, y éste, a su vez, remitirse al jefe mayor del extranjero, del que dependería todo. Lucas creyó que así iría a suceder. Aquí estuvo su debilidad. Porque las cosas son como son, y no como a veces se creen que sean. Es, entonces, cuando suceden las grandes decepciones, al despertarse al choque de las realidades concretas. Eso mismo había sido la gran decepción de Lucas, porque no contó con ningún otro apoyo, ya que su jefe inmediato era totalmente independiente, aunque no dejaba de estar en la obligación de hacer las relaciones y los informes de su administración con la frecuencia anual. Lucas había pensado que el acudir al jefe de la capital, que no representaba absolutamente nada en las funciones y desempeños del jefe de la regional, pues era independiente, le serían de soporte para presionar. Las fieras heridas saben buscar sus propios recursos para sobrevivir. Lucas había buscado sus propios mecanismos. El jefe Toribio, también sabía hacer uso de los suyos, que consistían en dejar que el propio Lucas su hundiera con sus acciones, que iban agrandando más sus torpezas con sus supuestos padrinos de poder, que no tenían ninguna ingerencia, a pesar de que eran de la misma empresa y del mismo gremio.
La estrategia de Toribio, y con él la de Silverio y Mateo, había consistido que el propio Lucas se desbocara. Fueron pasando los días, y el desequilibrio de Lucas fue en aumento. Lucas empezó a hablar más de lo necesario, y en esas habladas decía que el jefe tal y el jefe cual, lo apoyaban en esto y en aquello otro. Lucas sentía ya que las cosas se torcerían a su favor. Y en cierta manera, Lucas, se reía, porque sabía que tenía apoyo. Y eso mismo se convertía en el punto fuerte de Toribio, que dejaba que las cosas siguieran su propio camino, como estaba sucediendo. La bala estaba descendiendo y se esperaría sus estragos impredecibles.
No tuvo otra, Lucas, que proponer que le dieran, entonces, un año sabático. Lucas con esa propuesta se había colocado él mismo, en forma figurada, la cuerda al cuello que le quitaría la vida. Toribio accedió a la propuesta. Ya se había sumado a este error los cometidos anteriormente. Así se quedó, entonces. Y desde ese momento todo se hace más fácil, pues nombran a Om para que ocupe el puesto de Lucas ; y Lucas se queda vacante. Lucas se retira a su residencia a tomarse en serio el año sabático. No dejaba Lucas, sin embargo, de hablar más de lo que debería. Al paso de uno o dos meses de esos acontecimientos, se supo que Lucas estaba de ayudante en una de las ramificaciones de la empresa en otra ciudad. Esto complicaba las cosas para Lucas, porque se desmentía lo del año sabático, por una parte; y, por otra, encrespaba más el orgullo ya maltratado de Toribio, y ponía en prevención todos los intereses de Silverio, que volvía a utilizar su camuflada influencia para hacer sentir el peso del poder, azuzando los oídos del jefe. Las consecuencias inmediatas no se hicieron esperar. El jefe se comunicó con el otro jefe y exigió que retiraran a Lucas. Todos los derechos estaban a favor de Toribio. Y ahora Lucas se había quedado sin ninguna referencia, que con su propio abandono y soledad. Se había visto obligado a cumplir, ahora como castigo, el susodicho año sabático, so pena de cárcel. Las cosas llegaron a todo extremo, cuando en una reunión extraordinaria convocada por Silverio, con la aprobación del jefe Toribio, a puerta cerrada por lo complicado de la situación, Eugenio hacía lectura de una sentencia judicial en contra de Lucas. En esa sentencia judicial Lucas quedaba amenazado de cárcel si incumplía unas condiciones que colocaba la sentencia. Desde entonces, se le veía a Lucas sentado al frente de la cera de su residencia con un vaso tomando licor. Hubo de vender su camioneta último modelo, y se rumoraba que había colocado en venta su hermosa casa, a todo dar en confort y comodidad. No se supo más de Lucas, desde entonces, por un período de tres años, que era el tiempo que estipulaba la declaración judicial. Algunos, sin embargo, afirmaban que se había ido al extranjero y que había vendido todo; otros, que lo veían borracho todos los días en el frente de la acera de su residencia; otros, que había sido totalmente inhabilitado y desmoralizado con su consecuente ruina personal. Otros, que estaba esperando cumplir su tiempo, y que se mantenía en un muy bajo perfil. Pero, sólo eran rumores. No había nada de cierto en todo ello, pues no se sabía absolutamente nada.
Eso significaba el triunfo total de Toribio, y por consiguiente de Silverio, y también de Mateo, quien venía apareciendo en escena.
El jefe Toribio se sentía complacido. Había hundido a su amigo. Y todo parecía no ejercerle ningún reclamo de conciencia. El poder a veces coloca en un tan gran grado de insensibilidad al que ostenta su ejercicio, que hace que se pierda toda dimensión humana, que comienza por el agradecimiento, y hace que se nos pierda la realidad histórica, y nos amputa la esfera de lo memorioso, pues no existe presente sin el ayer que nos fundamenta en su cadena de acontecimientos que Damián soporte a lo que se es.
El triunfo de Toribio significaba la derrota de Lucas. Y la derrota de Lucas implicaba y exigía el éxito de Mateo y de Silverio. Ya todo estaba logrado. El camino estaba totalmente despejado.
A los pocos días de esas noticias, Mateo era ascendido en la jerarquía social del gremio al que pertenecía. Le concedían un reconocimiento venido de las grandes esferas. Eso agrandaba a Mateo, y lo comprometían aún más con la causa del jefe Toribio. Se le resaltaba el hecho de la fidelidad y de los grandes servicios prestados. Silverio también sería ascendido. La derrota de Lucas era el éxito de los otros. O uno; u, otro. Así de competitiva se convierte muchas veces la sobrevivencia.
El macho alfa estaba marcando su territorio, y se hacía respetar. Pero su imposición no era de manera natural y espontánea, sino artificial y creada por agentes externos. Y aquí va a estar su punto de quiebre, como veremos en las siguientes páginas de este relato.
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