Capitulo 15
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El jefe Toribio, era ahora, simplemente el exjefe. No tenía facultades de mando, por lo menos constitucionalmente, pues así lo mandaba el reglamento. Y esas normas eran a nivel internacional y aplicaban para todos los jefes, y también para todos los empleados de esa empresa y gremio. Una vez que Toribio había circulado la carta en cuestión, y había llegado a las instancias superiores, se quedaba a la espera de la aceptación de la renuncia. Se comentaba que el jefe había recibido la aceptación. Pero no se sabía con exactitud. Mientras tanto, el jefe Toribio estaba cometiendo algunos atropellos en contra de algunos súbditos. Eso hizo que se aceleraran los desenvolvimientos de todos los acontecimientos que estamos relatando. Todo iba recayendo sobre los hombros de Mateo, a quien todos le atribuían esos desmanes, y a quien hacían responsable. Tal vez no lo era, pero en todos y en cada caso en particular siempre Mateo estaba presente. También lo estaba Silverio. Y algunos que ya habían sido sometidos de manera arbitraria sostenían que se trataba de Silverio y de Mateo, con el aval del jefe Toribio. En esos casos particulares, los afectados salían hablando muy mal de ese par. A algunos los habían colocado como en una especie de tribunal de conciencia y los habían forzado a reconocer cosas sucedidas hacía mucho tiempo, y que ya habían sido superadas y saldadas. La sorpresa para algunos de ellos, era la meticulosidad de los procesos, que ya no tenían ningún tipo de vigencia, por haberse superado en sus respectivos tiempos y momentos. Ger, por ejemplo, estaba siendo sometido cruelmente y estaba siendo llevado a renunciar. Ger y y el jefe Toribio, habían sido muy estrechos en su amistad, y siempre se les veía cercanos en muchas oportunidades. Había habido entre ellos dos una camaradería especial, y en todas las cosas, Toribio siempre había apoyado a Ger. Todos sabían de la amistad de entrambos. Para sorpresa de Ger, las cosas se estaban volteando en su contra, y Toribio, a pesar de que hacía acto de presencia en las citas a la que era citado y convocado Ger, Toribio no hacía sino acusarlo y lo obligaba a firmar. Ger, por su parte, se defendía lo mejor que podía; pero eso no le quitaba la horrible sensación de sentirse traicionado por su amigo, a quien siempre había ayudado en algunos de sus desempeños, como en algunas logísticas propias de sus actividades y funciones. Ger salía totalmente desmoralizado de cada cita a la que era convocado, y sentía que todo era obra de Silverio y de Mateo, y no entendía el cambio de rumbo de esas relaciones y cambiamientos. Ger, mientras tanto estaba suspendido de sus funciones, y era chantajeado de castigos mayores si se mantenía en la negativa de firmar. Otro desenlace había sucedido con Ant, quien se hallaba totalmente anulado, pues había sido encontrado infraganti en una actividad ilícita.
Todo indicaba que se estaban repitiendo los tiempos y modos del jefe Avi. Y en ambos casos, Mateo tenía participación. Era lo que se evidenciaba. Es, entonces, que en ese transcurso de momentos, se explica la carta que recibía Silverio, venida desde instancias mayores, en las que se le concedía “facultades especiales” en el manejo y desempeño de funciones de mando de la empresa. La carta lo facultaba especialmente en tres puntos específicos, que consistían en la remoción de cualquier empleado o súbdito, en la administración directamente de la empresa, y en la fundación de la sede de la que ya estaba asignado. Esas concesiones especiales dejaban al jefe Toribio, sin ningún tipo de mando y poder. La carta había sido fotocopiada y había sido entregada una copia a cada uno de los del gremio. Algunos no entendían la razón de ser de la carta, pues no se explicaban, sobre todo lo de la facultad para remover a cualquier súbdito. Algunos estaban nerviosos, porque eso supondría que habría un cambio total, general e inmisericorde en toda la empresa. Muchos empezaron a temer traslados injustificados. Y empezó a correrse la ola de rumores de esto y de aquello; pero había que esperar que Silverio fuera llamando en cada caso a los que pensaría cambiar. Ya se había oído de algunos que estaban citados para conversar con Silverio. Y las expectativas y sustos iban creciendo. Algunos se iban consolando, porque se decían que todavía no habían sido llamados. Pero no pasaba mucho tiempo, y eran convocados a conversar. De entre ellos, ya Damián había sido llamado y notificado del cambio. Damián no había ofrecido ningún tipo de resistencia, y parecía que eso había sorprendido al propio Silverio. Se decía que el autor intelectual de todo eso era Eugenio, quien se suponía que era el asesor legal de Silverio, pues era Eugenio el experto en el conocimiento del reglamento; aunque en esas circunstancias, de nada servía haber sido un perito en esa materia.
Lo primero que Silverio había hecho era remover a Mateo de la secretaría inmediata del jefe. Y en esto casi todos estaban contentos, pues veían en Mateo como la causa de todos los males, y el causante de todo el desequilibrio del manejo de la empresa, por ese entonces. No se dejaba de pensar cosas acertadas y otras sin lógica, con ese cambio rotundo. Surgían muchas dudas al respecto. Así se pensaba que Mateo había sido utilizado por Silverio, en todo lo que se estaba haciendo, y que era Mateo quien aparecía como el malhechor de todo; pero que todo lo de ahora, y también lo anterior, no era sino obra y planificación de Silverio, pero de manera camuflada. Eran los demás lo que ejecutaban y realizaban, y Silverio aparecía como el que siempre obedecía. En los casos de Lucas, Silverio era quien obedecía las disposiciones del jefe Toribio, y para eso se había hecho ayudar y acompañar de Mateo, quien terminara quedando como quien ejecutaba. En el caso de Ger, era Mateo quien aparecía como el que quería soltar la hoja cortante y degollante de la guillotina; también en el caso de Ant. Y para nada estaba comprometida la figura de Silverio. El eterno recurso de Silverio, parecía volver a usarse. Simplemente, él, Silverio, era el que cumplía las órdenes del jefe de turno, y de los jefes de arriba. Ahora, se trataba de la carta que le concedía “facultades especiales”. Y siempre era el mismo recurso. Son los otros que mandan. Silverio, era el que obedecía.
En la reunión del mes siguiente, el jefe Toribio había leído una carta recibida desde las altas esferas de mando, en donde se le comunicaba que su renuncia había sido aceptada. Ese hecho lo relegaba del poder. Pero había una concesión muy especial en la misma, que lo facultaba por un período transitorio para mantenerse como interino, mientras se nombrara oficialmente el próximo jefe, que vendría a desempeñar sus funciones, en vez de Toribio. Eso venía a complicar las cosas, porque la carta recibida por Silverio, parecía colocar en entredicho y en sometimiento las letras de las “facultades especiales” de las que gozaba Silverio, también concedida en otra carta. Se presentaba un grave problema, y era ¿quién manda? ¿O, Toribio; o, Silverio? En el caso de que fuese Toribio el que mandase, y todavía siguiera mandando, de nada servían las susodichas “facultades especiales”, y no tendrían sentido. Pero, por otra parte, ya el tiempo de Toribio se había cumplido, y lo lógico por los acontecimientos, era que Toribio dejara el puesto libre, ya para Silverio, o ya para el que correspondiese cuando lo asignaran. Las cosas se fueron complicando con los días, porque cuando se presentaban las oportunidades, Toribio decía que el jefe seguía siendo él, y que no había otro jefe. Y que él entregaría la administración y todo lo concerniente a esas funciones al que asignaran; y mientras tanto, era él el que detentaba el mando. Y Toribio, entonces, echaba pestes y culebras hablando de traición y de ventajismos. Esto último hacía pensar de manera negativa de Silverio, de quien se trataba la traición y la ventaja.
Las cosas en ese ejercicio de funciones de poder estaban muy mal. Se estaban desentrañando cosas tristes de decir, y más tristes y penosas de contar.
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