Capitulo 23

 

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 -- ¡¿A qué no sabes quién anda por ahí desde hace varios días?! – preguntó Ger a Damián, en una conversación telefónica.

 -- ¡No sé! – respondió Damián.

 -- ¡No lo va a creer! – dijo Anselmo. -- Pues… Lucas. Era un hecho y una realidad la presencia de Lucas en la zona. Ya llevaba más de un mes y estaba a la espera de su nueva asignación. Había cumplido todas las condiciones que le habían impuesto como castigo y, ahora, se disponía a seguir toda la rigurosidad reglamentaria para someterse al escrutinio y sondeo pertinentes, y pedir que lo reivindicaran en algún puesto laboral de la empresa. Todo estaba en regla, y nada parecía que le obstaculizara su reincorporación.

 -- ¡O sea, que eso es muy bueno!– comentó Damián.

 -- Me imagino que Eugenio y Silverio, ya deben saber que Lucas está aquí, en la ciudad – siguió el comentario Damián. Eugenio y Silverio estaban preocupados por ese hecho. Mateo se hallaba nervioso.

 -- ¡Como son las cosas, chico! … En medio de todo este tremendo problema, ahora aparece Lucas – dijo Greg, encontrando en esa noticia una especie de consuelo y alivio, pues la presencia en la región de Lucas significaba en las actuales circunstancias una especie de suspenso, ya que todo había comenzado con la historia de Lucas ; y ahora, parecía terminar, igualmente, con Lucas. Como en la realidad del resorte que se encoge y se estira en su movimiento completo; o como el ciclo eterno de la noche y día, que se Damián y se complementan; o como el flujo y el reflujo que sucede con la física natural de la luna y la tierra, con sus necesarias transformaciones en beneficio del fenómeno vida; como el ascenso vertiginoso y voraz de la bala disparada al aire, pero que después baja por la misma fuerza de la gravedad para reposar en el suelo que la recibirá… Se estaban completando los efectos opuestos de cada primer elemento de la realidad, y ahora, Lucas aparecía en la escena de los acontecimientos, y parecía terminar de desenmascarar la triste realidad de la lucha por el poder, en una ausencia total del verdadero sentido del estar líderes. Lucas había sido el sacrificio de esa carencia y ausencia; ahora volvía, y sin tomar ni realizar un papel protagónico parecía decir que ahí estaba reclamando su espacio, y para ello era necesario que la realidad flotara y aflorara como estaba sucediendo. Realidad por de más triste y bochornosa, en una pugna descarnada por la ostentación y ejercicio del poder, de la que habían sido sus propios arquitectos y constructores; pero que eran al mismo tiempo sus propios damnificados al ser pisoteados por los escombros de la obra en ruina que los aprisionaba irremediablemente. Pero había que esperar los días por venir y todo el desenlace de los acontecimientos, pues en un día todo parecía indicar que las cosas estarían a favor de Man; y al día siguiente, todo parecía favorecer a Toribio. Había una gran incertidumbre, y las circunstancias cambiaban como cambian las figuras volátiles de las nubes en su inmenso recorrido aéreo; de manera que quien llamara la atención para detallar una figura determinada en ese momento en el paso de nubes, en ese transcurso del instante de girar para invitar y asegurarse que otros miraran la imagen que se había formado, ya había cambiado para otra y otra y mil imágenes nuevas, como en una eterna metamorfosis efímera y pasajera al capricho de los vientos y de las temperaturas que moldeaban a su antojo el humo blanco que generaba cada nube, en la suma de todas. Todo era igual de impredecible y de impermanente en esos momentos. Todo era cambiante. En esas circunstancias parecía que Silverio sería el gran derrotado; y aunque Toribio tenía que retirarse ya por la limitante de la edad que lo colocaba en salida, todo hacía presagiar que saldría victorioso. Pero las cosas no resultaron de esa manera. Los jefes de las alturas, habían asignado a un delegado por tiempo indefinido y temporal para que se hiciera cargo de la conducción inmediata de la empresa. Con ello, Toribio quedaba inmediata y oficialmente retirado de la jefatura de la empresa; y así una parte del problema estaba solucionado. Ahora faltaba que el delegado se declarara respecto a Silverio, y según lo que parecía lo confirmaba con todo y en todo, incluido los cambios y movimientos de todo su personal, que era lo que había sido la causante de toda esa situación de la lucha por el poder. Ahora Silverio, se mostraba semitriunfador. Quedaba por esperar la reunión a la que todos habían sido convocados para la semana siguiente, en una postura oficial de toda la situación. Una cosa ya estaba precisa y aclarada, a esas alturas de la realidad, y era que Toribio ya estaba fuera de toda contienda; y en ese litigio Silverio había salido triunfador. Había que esperar, sin embargo, los resultados de esa reunión, para la que se presagiaba que todo sería una absoluta confirmación de Silverio, en todos los sentidos, quedando esclarecido lo del artículo 403. Pero quedaba la duda de la lógica de la aplicación del contenido del artículo, ya que las circunstancias habían obligado a que se aplicara como se había aplicado, pues Toribio en los últimos días había dado muestras de demencia, ya no senil, sino crónica al hablar en público de una manera desenfrenada e incoherente con su cargo y su rol. Eso había llevado a adelantar cualquier otro pronóstico y determinación en esa realidad. La noticia de su renuncia y aceptación por parte de las autoridades superiores había salido en todos los periódicos regionales, y ya eso lo declaraba oficialmente sin ningún tipo de poder. Y en su lugar vendría de manera provisional un delegado a encargarse de todos los asuntos concernientes con esa sede. Siempre se ha sostenido que la historia la escriben los vencedores, y en este caso todo parecía que estaba a favor de Silverio, quien ya había empezado a manifestar que se vengaría de todos aquellos que se habían opuesto a la aplicación de sus facultades especiales.

 -- ¡De ahora en adelante, todos tendrán que llamarme con mi título! – había dicho Silverio, apenas había salido la noticia en los diarios.

 -- ¡Ahora no permitiré que nadie me llame en diminutivo, como siempre me habían llamado! Se acabó ese tiempo de camaradería. Ahora me va a tener que respetar; y así lo voy a exigir – había dicho de manera convencida Silverio, cuando había empezado a comunicar que la reunión se realizaría a la semana siguiente. Y volvía a sentirse su carcajada bullera; pero ahora se le sentía una mezcla de amargura y de sufrimiento. Volvía a escucharse su carcajada, y algo de tenebrosa se sentía en ella, pues le daba la sensación de victoria en la actual contienda, pero se le comenzaba a sentir una cierta insatisfacción por lo transitado que había resultado todo el proceso de su aceptación.

 -- ¡Me las van a pagar todos… todos me la van a pagar!


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