Capitulo 24
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Las expectativas eran muchas con el anuncio del nuevo delegado para la empresa. Todos lo conocían por sus intransigencias y por su falta de diálogo.
-- ¡Como que va a ser peor el remedio que la enfermedad! – le había comentado Matías, un tanto sorprendido a Damián en la tarde del día siguiente de las noticias de los periódicos.
-- Pues, por lo que cuentan… no habrá chance de llevarle la contraria en nada – había completado el comentario Damián.
Y Matías empezó a relatar las historias de algunos de sus conocidos en relación con el nuevo delegado que se haría responsable de la nueva conducción de la empresa. Las risotadas de Matías eran una especie de algarabía y de triunfo con algo de burla y triunfalismo.
-- Cuando Cristóbal – que era el nombre del nuevo delegado asignado – llegó a la sede principal donde es jefe – continuó diciendo Matías – empezó a hacer cambios de todos los empleados. Al primero que llamó fue a Juan y le dijo que había sido cambiado para otro puesto y para otra sucursal distinta de la sede. Juan se molestó por ese cambio y se había negado a aceptar. Cristóbal no dijo nada. Se quedó callado. Y sacando una carta de recomendación que ya había redactado se la dio a Juan, diciendo que podía pasar por la administración retirando todos sus beneficios laborales, pues estaba despedido.
-- ¡No creo!—dijo sorprendido Damián.
-- ¡Y con Sebas también hizo lo mismo! – siguió su conversación Matías. Y siguió relatando algunos otros casos más para complementar la idea de que con Cristóbal, las cosas iban a ser muy difíciles. Damián estaba impactado con todo lo que escuchaba de Cristóbal.
Las risotadas de Matías tenían una mezcla de gozo y de burla. Damián sentía, por su parte, una mezcla de sensaciones, de entre tranquilidad y confianza a inquietud e impaciencia porque se llegara rápido el lunes de la semana siguiente, para ver todas las nuevas directrices que daría Cristóbal.
A la semana siguiente todo estaba preparado para la cita en el recibimiento de Cristóbal, el delegado especial que se encargaría de la administración de la empresa. Eran ya las nueve de la mañana y todos estaban esperando que hiciera su arrivo oficial el nuevo encargado, que estaba siendo acompañado por Silverio, Eugenio y otros dos más de la comitiva. Ya había llegado Toribio, con todo su atuendo que le acreditaba como el jefe, al que muchos iban a saludarlo con mucha cordialidad.
-- ¡Buenos días! – se había acercado Damián, estirándole la mano derecha para un apretón de manos.
-- ¡Aquí estoy campante! – dijo de inmediato Toribio, a la vez que le daba la mano a Damián para corresponderle el saludo.
-- ¡Y no estoy loco, como andaban diciendo por ahí! – añadió Toribio al comentario anterior, mientras seguía caminando, y mirando hacia los lados como para percibirse de todo de su alrededor. Damián no entendió el comentario de Toribio, y dejó que todo siguiera como estaba yendo hasta ese momento.
Cristóbal estaba haciendo su llegada y lo acompañaba su comitiva. Muchos se acercaron a saludar a Cristóbal, dándole la mano. También Damián se acercó y sin decir palabra le dio la mano, y lo dos se quedaron mirando buscándose los ojos como para asegurarse que se estaban mirando. Ese detalle intrigó un poco a Damián, pues sentía en ese precisar la mirada como una especie de sondeo de Cristóbal en una búsqueda de confianza. La mirada de Damián fue firme. Cristóbal siguió saludando.
A la hora fijada se dio inicio a la reunión. Todos estaban expectantes. Se sentaron en los lugares que les correspondía como jefes, Toribio a la derecha de Cristóbal, y Silverio a la izquierda; y Cristóbal en medio de los dos. Todos estaban de pie.
-- Saludos muy especiales a Toribio, quien hoy deja la administración de la empresa – dijo de inmediato Cristóbal. El silencio en el ambiente era la nota que reinaba en ese momento en el recinto de la reunión.
-- Saludos a Silverio, el ayudante inmediato de la administración – siguió Cristóbal en su saludo de protocolo.
-- Saludos a todos los presentes – continuó Cristóbal. – Vengo en nombre de las autoridades a desempeñar el cargo de delegado especial a cubrir la administración de la empresa en esata sucursal. No soy el jefe elegido como tiene que ser – dijo – Vengo provisionalmente, mientras las autoridades superiores asignan al que debe desempeñar. Es mientras tanto – recalcó. El silencio reinante imbadía todo. Y comenzó oficialmente la reunión esperada desde hacía una semana. Acto seguido el secretario leyó el decreto de nombramiento, con un carácter de gran solemnidad protocolar, que le daba al momento un suspenso electrizante. Nadie se miraba con nadie. Todos estaban pendientes de la lectura del decreto. Había muchos fotógrafos y las luces relampagueantes de los flashes de las cámaras daban chispazos de luz al tomar cada momento e instante de ese acontecimiento histórico. El ritual correspondiente de acto de protocolo seguía su curso, y en todo había una gran solemnidad. En su momento oportuno, Cristóbal, se levantó de la silla principal que ocupaba y que indicaba que era el que mandaba, y se dirigió a una especie de atril preparado para la ocasión donde había un micrófono, y dirigió unas palabras:
-- Saludos a todos – dijo.
-- Desde el mes de octubre me habían propuesto que me encarga provisionalmente de la administración de esta sede – continuó en un tono pausado y seguro – pero no había querido, porque tengo muchas responsabilidades a mi cargo. Soy jefe de la sede de – y dijo el nombre de la ciudad donde se desempeñaba como jefe titular – y además soy el presidente de toda la compañía a nivel nacional. Y como deben saber es mucho el trabajo. – En noviembre me volvieron a llamar para volver a pedirme que me encargara; pero también me había negado – siguió diciendo – Pero, ahora en enero, me volvieron a llamar y me insistieron que aceptara…. Lo que significa que esto no es nuevo… ya es bastante viejo… Y no me tocó de otra que aceptar por el bien de la compañía en este país. Y aquí estoy, por obediencia.
-- ¡Agradecemos a Toribio todos sus servicios! – continuó Cristóbal. – Toribio y yo fuimos compañeros de estudio y nos une una gran amistad. Es para mí un gran orgurllo venir a suplirle en esta sede, provisionalmente. – Y todos estaban a la expectativa de todo lo que fuera a decir de más de Toribio, pero no fue mucho lo que dijo.
-- ¡Confirmo a Silverio en su puesto! – siguió diciendo Cristóbal.
-- Ratifico todos los cambios que se han hecho y todo lo que ha promovido Silverio en su momento --- Casi todos los que estaban presentes se miraron en silencio y sin chistar ni la menor palabra, siguieron esperando el desenlace de todo. Parecía resolverse ya el problema. Había quedado ratificada la postura habida hasta entonces por parte de Silverio. Algunos sonrieron. Mateo agachó la cabeza, y su cara se había enrojecido más de la cuenta, que parecía que sufriría en ese momento de un ataque al corazón. Pedro, quien iría al lugar y puesto de Damián estaba rebosante de alegría. Matías parecía impávido y no reflejaba ninguna reacción evidente. Eugenio no podía disimular su alegría y se miraba con Silverio en una mirada de triunfo. Humb tenía los ojos humedecidos y el color de su rostro se tornaba a blanco en ese de repente del momento de la situación. Damián, mientras tanto estaba escribiendo por teléfono y comunicando la noticia a algunos de sus amigos, quienes estaban en un suspendo aterrador y de muerte a la espera de información de todo lo que estaría sucediendo en ese momento.
-- ¡Agradecimientos a Toribio por sus servicios! – había escrito Damián en su teléfono en el envío múltiple y simultáneo a los que estaban esperando la información – ¡Y ratificado Silverio en todo; e igual, ratificados todos los cambios! – había sido el mensaje continuado de Damián. -- ¡Los cambios van! – Mientras tanto Toribio comenzó a parpadear más seguido, como en una especie de tic nervioso.
Las palabras de Cristóbal fueron cortas, claras y precisas. Duró 6 minutos exactos su intervención. Los aplausos rompieron el silencio petrificante que había estado reinando. Acto seguido se procedió a la firma del documento que avalaría el acontecimiento de lo que estaba sucediendo. Firmaron, primeramente Cristóbal; después Toribio, y de último Silverio. Hubo abrazos entre los tres. Cristóbal abrazó primero a Toribio, y después a Silverio; pero entre Silverio y Toribio no hubo abrazos. Todos estaban pendientes de ese detalle. No hubo abrazos entre ellos dos.
-- ¡¿Y, ahora qué?! – preguntó de inmediato Damián a algunos que estaban a su lado.
-- ¡A agachar el lomo, para poder comer! – contestó Marcos, que estaba inmediatamente al lado de Damián, quien soltó una carcajada al comprender que no había de otra que agachar la cabeza y realizar los cambios tan conflictivos, y que había sido la manzana de la discordia en toda esa situación. Las cosas parecían quedar claras.
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