Capitulo 25
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La segunda parte de la reunión sería a puertas cerradas. Ahora ya no habría público, ni fotógrafos.
-- ¿Vamos a tener siempre la segunda reunión fijada para hoy? – había preguntado Matías, cuando todos estaban saliendo a los pasillos de la instalaciones donde se hallaban. Nadie sabía decir con precisión. Además todo parecía haber quedado clarificado en la reunión que terminaban de realizar, y parecía no haber necesidad de esa segunda reunión planificada en la convocatoria inicial.
Silverio no supo qué contestar respecto a lo de la segunda reunión.
-- ¡Bueno! – dijo Cristóbal -- ¿ustedes no se reunen siempre los martes? Por mí no hay ningún problema… puede ser hoy mismo, o mañana…
-- ¡Mejor hoy! – dijeron como en coro algunos de los que estaban en ese momento en la sala donde estaba terminando la reunión. Eso significaba dirigirse propiamente a las instalaciones de la propia sede.
-- ¡Por mí no hay ningún problema! ¡Vamos! ¡Vamos! – dijo inmediatamente Cristóbal. Y todos comenzaron a dirigirse al sitio de la reunión a puertas cerradas.
Una vez llegados todos, fueron a ocupar sus puestos de mando Cristóbal en el centro de toda la mesa redonda, en forma de óbolo; Silverio al lado izquierdo, y Toribio en el derecho. A Toribio se le veía muy tranquilo. Tenía lentes oscuros de sol, y se le notaba algo pronunciadas las ojeras. Estaba en manga de camisa y se había quitado toda la indumentaria de jefe que antes ostentaba. Silverio usaba sus atuendos con los colores que lo identificaban como jefe, y estaba de paltó. Todos los demás ya estaban ubicados en sus puestos, completando el gran óbolo de madera.
-- ¡Damos inicio a nuestra primera reunión, en la que hago de delegado de esta sede! – dijo para comenzar Cristóbal. -- ¡Por favor, sientense! – pidió de inmediato el delegado. Y todos se sentaron.
-- ¡Lectura del acta de la reunión del día de hoy! – dijo de inmediato, con micrófono en mano el secretario de actas de todo el gremio.
-- ¡No…no…no! – intervino Cristóbal para interrumpir al secretario de actas.
-- ¡Primero, léase, por favor el acta de la reunión anterior! – completó Cristóbal la interrupción. Con ello, Cristóbal buscaba tener alguna información fresca de todas las actividades de las reunion, y para ello empezó a tomar notas en una pequeña agenda portátil que tenía en frente. El secretario de actas comenzó a hacer la lectura. Todos los demás estaban atentos a la voz del secretario, quien iba detallando lo acontecido en la reunión. Al terminar la lectura, todos se quedaron a la espera del protocolo de todas las reuniones, que consistiría en la aprobación con sus respectivas correcciones del acta.
-- ¡¿Alguna corrección al acta?! – preguntó el secretario de actas.
-- ¡¿Se aprueba con la señal de costumbre?! – volvió a preguntar el secretario, ante la negativa de alguna observación.
-- ¡Siiiii! – dijo Damián de inmediato.
-- ¡No fue el 30 de diciembre; sino el 31 de diciembre que presidió el jefe Toribio! – completó la observación para la corrección del acta, Damián. Y enseguida el secretario de actas hizo la corrección.
-- ¡Siiii! – intervino Cristóbal para anotar una observación – Las actas tienen que ser más cortas, y tienen que ser resumidas; esa acta está muy larga y muy detallada – dijo – Yo también he sido secretario de actas y también me hicieron muchas observaciones – volvió a decir Cristóbal. El secretario agradeció la observación y prometió aplicarla para la siguiente redacción del acta, que sería la de esa reunión. De inmediato, el secretario leyó la agenda de la reunión programada para el día, que consistiría, en primer lugar, las palabras del nuevo delegado, y después la intervención de Silverio, y de otras dos personas más.
-- Sólo quiero decir dos palabras – dijo Cristóbal cuando le cedieron el derecho de palabra según la agenda del día. – Es importante que entre nosotros tengamos “diálogo” y “confianza”. Les pido, por favor – dijo – que haya diálogo entre nosotros. Que seamos capaces de hablarnos mirándonos a los ojos; y que haya confianza. No les pido más – siguió diciendo – solo esos dos elementos. Si no hay diálogo, no nos tendremos confianza. Y si no nos tenemos confianza, se nos va a convertir en insoportable la convivencia entre nosotros – dijo – No digo más. Eso todo.
-- Sepamos pedirnos perdón – continuó diciendo Cristóbal – Pidamos perdón, si es que tenemos que pedirnos perdón.
-- ¡Voy a esar a la orden de todos ustedes! -- dijo -- Y de inmediato dio los números de teléfono para que lo contactaran ante cualquier eventualidad. -- Recuerden que voy a estar atendiendo desde mi sede principal que es en la ciudad vecina, y que estaré viniendo una vez al mes para reunirme con ustedes. Mientras tanto -- siguió diciendo Cristóbal -- Toribio estará aquí atendiendo todo como si nada ha pasado. Vean en él al jefe que todavía es. Claro que no tiene poder de decisión; pero sigue siendo jefe. Pueden venir a conversar y conversar con él y consultarle en todo – dijo mirándo con confianza a Toribio, quien disimulaba una sonrisa en forma de sorpresa.
-- ¡De una vez, le hago la solicitud de que, por favor, precida en mi nombre la reunión principal de abril! – dijo volviendo a mirar a Toribio, esperando de él una respuesta. Toribio pareció quedar confundido, y una sonrisita complaciente se le dibujaba en el rostro.
-- ¡¿Acepta?! -- volvió a insistir Cristóbal mirando a los ojos directamente a Toribio.
-- ¡Si!... ¡Sí! – asintió con beneplácito Toribio; mientras todos los demás miraban aquel detalle como un gesto muy hermoso de parte de Cristóbal. Silverio, por su parte, volvía a reirse con su carcajada bullera; pero esta vez, con mucha carga de nerviosismo.
La reunión continuó su curso. Intervino Silverio para dar algunas informaciones generales, y se procedió al almuerzo improvisado. Cada uno iba a la sala donde estaban los almuerzos en sus respectivos empaques, y volvía a la mesa de las reuniones a almorzar, siendo ya cerca de las dos de la tarde. Iban comiendo y conversando, y algunos tocaban el tema de cuándo y cómo se hirían a realizar los traslados que habían quedado pendientes por hacer, pues en la reunión a puertas abiertas Cristóbal había dicho que ratificaba los cambios. No se había tratado nada al respecto en la reunión de puertas cerradas, donde se supondría que se hablaría sobre el tema, en especial sobre las fechas por hacerse los trasaldos que todavía no se habían hecho. Todos, sin embargo, estaban convencidos que con esas palabras, los traslados eran un hecho. Y con ello Silverio había salido vencedor. Pero en la segunda reunión no se había hablado nada del tema, en lo absoluto. Todo se prestaba para las conjeturas y para las interpretaciones encontradas, porque se había quedado, prácticamente en la misma situación que antes. Pero quedaba revoleteando en las mentes de todos las palabras de Cristóbal que ratificaba los cambios.
Fueron almorzando todos. Otros se fueron retirando, pues tenían que volver a sus actividades. Anselmo le había pedido a Damián que le diera la cola en su carro. Damián había accedido a complacerle en ese favor; y mientras se dirigían hacia la puerta externa del estacionamiento, fueron invitados para conversar sobre lo sucedido en el día, respecto a la situación que se había estado viviendo, y sobre toda la problemática. Damián y Anselmo se unieron al pequeño grupo de cuatro que conversaban sobre la situación.
-- ¡Venga aca, Damián! ¡Ayúdenos a pensar aquí, que estamos confundidos! – dijo Luis Manuel, invitando a Damián, quien se apeaba de su automóvil para unirrse al grupo, en medio de carcajadas bulleras.
-- ¡Aclarenme ustedes a mí; más bien! – dijo de inmediato Damián -- ¡Pues yo estoy más confundido, todavía! – Y todos soltaron las carcajadas.
-- ¡¿Por fin, los cambios van; o no van?! – pregunto Humb, quien estaba vestido de camisa blanca y con una chaqueta negra.
-- ¡Para mí que no van! – dijo Marcos, mirando por encima de la monturas de sus lentes.
-- ¡¿Y, eso por que no?! – preguntó Damián, quien parecía estar convencido de que si irían los cambios, a pesar de toda la confusión que tenía sobre el tema.
-- ¡Bueno…! ¡¿Y no dijo que se ratificaban todos los cambios, en la primera reunión?! – alegó de inmediato Damián, generando con ello la conversación sobre la que querían aclarar las cosas.
-- ¡Claro que no van! – dijo Anselmo.
-- ¡¿Y, entonces, lo de la ratificación en qué queda?! – volvio a argüir Damián.
-- ¡Hombre, vale… los cambios que quedan ratificados son los cambios que ya se hicieron! -- intervino Nerio.
-- ¡Por supuesto! – dijo Humb – ¡O sea, que los que no se han hecho, no se van a hacer! – autoconfirmó su afirmación Humb, ganando con esa afirmación terreno en la comprensión de la contienda dialogada que tenían en ese momento.
-- ¡Parece que tienen razón! – dijo, entonces, Damián.
-- ¡Además, se suponía que la segunda reunión era para decir las fechas de los cambios; y no se dijo nada! – apuntó acertadamente Marcos -- ¿Por qué no se dijo nada? ¡Porque no van! -- se autocontestó el propio Marcos, sabiendo que todos estaban entrando en razón y en conocimiento de toda la estrategia realizada en esa mañana-tarde Cristóbal.
-- ¡Guao! – dijo en medio de la sorpresa Damián – O sea, que Cristóbal aplicó pura inteligencia en la reunión. – Porque no desautorizó a Toribio, sino que le pidió de por favor, que presidiera la reunión principal de abril…
--- ¡Por supuesto! – asintió Anselmo.
-- ¡Inteligencia pura! – dijo Nerio que casi no había intervenido, y todos soltaron la carcajada al comprender que Cristóbal, realmente, había sido muy inteligente.
-- O sea, que hizo como el malabarista… tiró hacia arriba las dos botellas y no dejó caer ninguna al suelo… y ninguna se le rompió – apuntó también sorprendido Luis Manuel. Y todos soltaron a carcajadas.
-- ¡Además, el mismo Cristóbal cumple ahora en mayo la edad y tiene que renunciar! – volvió a intervenir Humb. – Y no se va a amargar la vida –
Todos se dieron la mano en apretones entre todos en gesto festivo al llegar a comprender que las cosas estaban parejas. Nadie había salido ganando en esa disputa; ni Silverio, ni Toribio. Aunque los del grupo de Toribio parecían mostrarse en ventaja.
-- ¡Tienen que estar asustados! – dijo, entonces, Humb. – Porque saben que están amarrados, porque Toribio es el que va a presidir la reunión más importante de todo el año.
-- ¡Eso tiene que dolerles! ¡Claro que sí! – dijo Marcos.
Ya todo parecía estar aclarado. El jefe Cristóbal parecía haber dado una lección de mando, colocando las cosas en su lugar, sin herir abiertamente a uno, y sin ignorar del todo al otro. Pero había que seguir esperando. Sin embargo, esa reunión y esa asignación en Cristóbal estaba siendo ya un gran logro en la sanación de la realidad de esa situación de la empresa en la región. Se notaba alegría, a pesar de todo.
Y así se daba término a toda la problemática generada en la interpretación y aplicación del artículo 403, inciso 2. Parecía que no habría ya concesión de “facultades especiales”, por una parte; y por otra, seguían los dos jefes anteriores conviviendo en la misma zona, aunque evitaban todo tipo de trato, porque estaban lastimados con tanta historia por la lucha del poder; e igualmente, tenían que estarse viendo todos los días. Cristóbal había realizado una jugada de gran inteligencia, y todos estaban sorprendidos, porque no había ni ganadores ni perdedores. Pero quedaban los sentimientos maltratados y heridos en esa convivencia. Había que esperar la naturaleza en el tiempo… Eso se pensaba en ese día de la reunión. Parecía quedar en tela de cuestionamiento lo de las facultades especiales.
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