Capitulo 3

 



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Nerio seguía exponiendo lo motivos en sus consideraciones sobre el apoyo del articulado. Realmente era convincente en su disertación.

-- Además – continuó Nerio – ese señor – y se refería al jefe – viene dando señales de que no está bien. 

-- ¡¿Tú crees?! – refutaba con algo de inseguridad Damián que escuchaba con atención y peguntaba en algunos puntos concretos. Para Damián, Nerio tenía toda la razón en lo que estaba diciendo. Nerio manifestaba sinceridad, y una especie de enemistad o de distanciamiento hacia el jefe, del que a veces se expresaba de manera despectiva; y otras, de manera muy comprensiva, como un hijo que busca hablar con ternura y cariño de su padre, al que pretende proteger con su palabra. Se trataba de estar unos momentos en una postura de animadversión, y en otros instantes en ponerse cariñoso, y hasta escrupuloso, en sufrir por la herida que podría causar. 

-- ¡Pero…no entiendo! – buscaba una especie de equilibrio, Damián, a la situación ambivalente de Nerio, que a veces decía algo a favor, y de inmediato, decía algo en contra del jefe. Definitivamente, Damián, quería tener certezas en la invasión de sensaciones en ese justo momento. Se dejaba llevar con facilidad de la palabra de Nerio, que lo tenía entre pensar positivo y sentirlo; y entre en pensar negativo, y no quererlo sentir. A ese punto, Damián, se hallaba en un juego mental de experiencias encontradas. Por un lado, en el momento en que Nerio mostraba sentimientos contrarios hacia el jefe, traía a colación muchos datos que confirmaban que tenía toda la razón. Y Damián no podía negar que ahí estaban los hechos para tratar de tomar postura frente al juicio que se estaba haciendo del jefe. Por otro lado, Damián no entendía cómo iba a ser posible que Nerio trajera con tanta soltura esos datos vividos. Había algo que estaba confundiendo a Damián.

Damián recordaba de Nerio una mala jugada sufrida hacía cuestión de un año atrás. Y por eso, era que ahora Damián, se hallaba entre confiar y no confiar.

-- ¡Yo no te debería creer! – dijo Damián dirigiéndose con una especie de evidente inseguridad.

-- ¡¿Por qué, chico? ¿Por qué, chico?! – a la vez que se reía de manera jocosa Nerio, en una defensiva muy natural y espontánea.

-- ¡Tu, el año pasado no me defendiste frente al jefe…! -- repuso Damián, no queriendo comprometerse en el reclamo que le estaba haciendo en ese momento, y que ya le había hecho en algunas otras oportunidades a Nerio. El caso era que Nerio le había pedido a Damián el favor de reunir a un grupo de trabajadores del departamento en el que trabajaba Nerio, para hablarles de un tema que concernía al conocimiento y manejo de una técnica nueva de maquinarias de la compañía. Damián había preparado con mucho esmero el mateerial de trabajo, y utilizando un sistema de video en diapositivas había hecho una exposición instructiva sobre el tema del que se necesitaba ponerse al día. Había sido una experiencia muy enriquecedora, tanto para Nerio, como para todos los integrantes de su grupo del departamento de trabajo. El jefe estaba en conocimiento de ese taller de formación que Damián estaba dando. A los días se había corrido por todos los demás departamentos el éxito del taller, al punto de que Damián había tenido que dar ese mismo taller a los otros departamentos en ese transcurso del año. Los empleados estaban muy contentos de los nuevos elementos adquiridos en el desempeño de sus funciones. El jefe tenía información de cada detalle del desenvolvimiento de esas actividades dirigidas por el conocimiento con exactitud por parte de Damián. Algunas veces, el mismo jefe le había manifestado al propio Damián la necesidad de que le instruyera al respecto, y de la necesidad de dar esa formación a todos los integrantes de la comitiva de la administración y de los altos funcionarios de la empresa. En ese sentido, los conocimientos de Damián eran bien sustentados, y eran abordados con frescura y mucha espontaneidad. Damián tenía mucha herramienta pedagógica para saber transmitir lo que quería. Se le sumaba a ello el hecho de estar al tanto de todo en casi todos los temas de actualización. Tenía mucho conocimiento. Damián era respetado por todos, precisamente por ese caudal de saber y ciencia, en muchos temas y algunos en concreto, sobre los que no había otro mejor que él. El gran problema de Damián radicaba en un grado muy alto de inseguridad, a nivel de relaciones interpersonales. Era, más bien, bastante tímido. En eso consistía su debilidad, pues necesitaba sentirse aprobado en sus encuentros con los demás. 

A los meses de haberse dado los talleres de formación y de actualización por parte de Damián, en la reunión mensual que se tenía con el jefe para dar parte de información de todas las actividades de los distintos departamentos, había salido el tema de la necesidad de dar algunos temas de actualización.

-- Es urgente y necesario que tratemos el tema sobre la actualización de los formatos de las computadoras – estaba diciendo el jefe en esa reunión. El jefe había hablado expresamente del tema que se había estado dando, y en los que Damián había sido uno de los protagonistas en acción; el jefe se había extendido hablando de esa necesidad en esa reunión, pero de manera general. Decía que era importante que se tratara sobre un punto en concreto. 

-- Es urgente, y no hay  que dar plazos de tiempos prolongados para comenzar a instruir – decía. -- Es ya, y para ya, de manera inminente, como prioridad de acción y como actividad prioritaria – volvió a decir el jefe.

-- Hay que dejar de lado por unos días algunos puntos de la agenda diaria, para enfrascarse de lleno en esos puntos de formación – siguió argumentando el jefe.

-- Sobre esos temas ya se ha tratado, y se ha dado cinco talleres de formación – dijo Damián, a quien le había parecido conveniente levantar la mano y comentar que ya se venía dando desde hacía algunos meses. Damián había sentido que era prudente su intervención, además de acertada, por ver que el momento justificaba su aporte. 

-- ¡Siiiiiii! – dijo en forma de grito el jefe – ¡pero todo tiene que ser revisado y aprobado por mí! – continuó el jefe. La sorpresa estuvo en que el jefe había desautorizado de manera autoritaria y burlona la intervención de Damián. El jefe alegaba que el tenía que aprobar y revisar en todo cada detalle de ese taller de formación. 

-- ¡Pero, todo se hizo con su aprobación!—llevó la contraria inmediatamente Damián, quien había refutado de manera sutil que en los departamentos tal y cual, se habían dado la instrucción y la formación, y que además todo había sido por organización de Nerio. 

-- ¡Nerio contando con su respaldo y apoyo fue quien sugirió el tema! – seiguió refutando Damián. Y a ese punto de la reunión se sintió desautorizado por el jefe que ahora levantó la voz, para no dar oportunidad, ni de reconocer lo que ya se había hecho. Damián había mirado a Nerio, y con la mirada le estaba diciendo que hiciera algo para salir en su defensa. Después de todo, Damián había respondido a la invitación que le había hecho Nerio, respecto a esos talleres de formación. Damián, esa vez, se sintió perturbado y no sabía qué pensar respecto al jefe, y al comportamiento de Nerio. Una vez terminada la reunión, Damián se acercó a Nerio para hacerle el reclamo de su falta de solidaridad, y para hablar de la injusticia cometida con él.

-- ¡Cónchale, vale, Nerio! -- dijo Damián a Nerio -- ¡Eso no se hace! Tú tenías que haber intervenido para defenderme--- Además, fuiste tú quien me invitó…

--- ¡Jajajajajajajajajajajaja! -- Nerio, a carcajada burlona, le había contestado a Damián, que ese era su problema, y no el suyo. 

-- ¡Ese no es mi problema! – y volvió a reirse Nerio ante la réplica justificada de Damián. 

-- ¡Yo no tengo nada que ver en eso! – siguió en la evasiva Nerio.

-- ¡Además, chico! ¡No me molestes!... ¡No me molestes! – ratificó contundentemente Nerio, negando toda posiblidad de diálogo y de encuentro. Damián tenía esa experiencia guardada, y algunas veces venían a su recuerdo como para indicar que tenía que cuidarse de Nerio. Y a esas alturas de la conversación una como especie de luz de alerta empezaba a titilar en los recuerdos de Damián, como indicando que había punto de alarma. Así como la luz del tablero de un automóvil se enciende cuando hay algún desperfecto en el resto de toda la estructura, ya sea mecánica, ya electrónica… así se estaban encendiendo, pero en forma casi imperceptible. Algo de eso experimentaba Damián, pero no lograba precisarlo del todo. Damián no era consciente de esa luz de alarma. Algo allá dentro de dentro de no sabe qué lugar y sitio, ni de que manera y forma, le daban el grito de alarma al cerebro lógico de Damián, de que las cosas no andaban del todo bien. Una como luz titilaba. Los sentidos del cuerpo le transmitían algunas señales al intrigado cerebro de Damián, para que tomara todas las precauciones. Algo más allá de dentro del sistema límbico lo ponían a la alerta. Algo de la naturaleza animal lo prevenían. Damián no se percataba de esas lucecitas; pero éstas estaban dando todos los avisos. Ya la pregunta y la postura de defensiva que Damián había tomado respecto a Nerio, era un aviso. No se trataba de solo llevar la contraria y de pensar distinto a lo que Nerio estaba exponiendo en esa conversación. Era algo más de criterios y de diferencias en las opiniones. Era algo instintivamente animal que tomaba la delantera y que llevaban, o más bien, empujaban a que Damián llevara la contraria. Es en esos momentos cuando los cuerpos son agentes de información y de comunicación, pues todos los cuerpos en toda intercomunicación se están hablando entre sí. Para eso está todo el engranaje milagroso y por de mas maravilloso de los sentidos, que se comunican en la piel, en los olores, en las chispas que transmiten y reciben los ojos, solo percibidos en fracciones de ráfagas constantes de segundos o microsegundos, o milésimas microatómicas de instantes, que hacen que una simple conversación sea más que ese cruce y entretejido de palabras. Los cuerpos materiales, aparentemente mudos, o sabiamente ciegos, o por conveniencia sordos, ya están percibiendo cada detalle de toda comunicación. Cuando las bocas hablan y transmiten la idea que los sujetos quieren comunicar, ya los otros instrumentos del cuerpo, han recibido toda la información que necesitan para corroborar la exactitud de la verdad o de la mentira que están recibiendo. El cuerpo receptor lo ha recibido todo, y lo ha cotejado con lujos de detalles, y ya ha tomado del cuerpo transmisor una verdad que no lo hará cambiar de opinión. Esa verdad es comunicada a través de todo el entramado de agentes comunicantes. No se sabe con exactitud, si es a través de los olores, o si es a través de las vibraciones eléctricas o de ondas especiales. No se sabe si es por los vellos de los brazos, o de la cara, o de cualquier otra parte, por donde se transmiten y se reciben esos mensajes ocultos. En el caso de muchos animales, ya se sabe por el estudio de las diversas ciencias, que es a través de los bigotes o de los pelos de las orejas del tigre o del león, en el caso de esos animales en concreto. Las arañas, por ejemplo, perciben cada movimiento de animal caliente que sirve para su dieta y su instinto de sobrevivencia, a través de los incontables pelos de sus patas, de manera individual, con movimiento y control aparentemente independiente, pero en función de toda la araña. Ya existe en ese caos aparente de los muchos pelos de las extremidades de la araña, todo un caos ordenado en función de la sobrevivencia del animal. Todos los demás animales han desarrollado, en su proceso de evolución todavía no acabada, un equipo ordenado complejo en función de la totalidad. Así cada circunstancia nueva requiere y exige nuevos cambios y adaptaciones. Cada grupo de animales, a pesar de ser de la misma especie y género se diferencia de entre los mismos grupos específicos según sean la geografía y los espacios de cada grupo en particular. Todos los animales desarrollan sus propios mecanismos de recepción y de transmisión de mensajes ocultos a los ojos, o a los oídos. Son por eso cinco los sentidos, y cada uno tiene una función específica, ya sea ver en el caso de los ojos; ya oler, en el caso del olfato; ya de saborear, en el gusto; ya percibir a través de la piel. Lo que a uno de los sentidos se les escapa, porque no es su función o no está desarrollado específicamente para esa captación…entonces quedan los otros cuatro de todo el resto para cumplir y reemplazar la tarea de tener al ser humano, o al animal en general, bien informado de todo su alrededor, sea para estar alerta o para estar calmo, frente a esa realidad que lo envuelve y lo compromete. Todo en función de la sobrevivencia al entorno. Al fallar el otro sentido en la sumatoria de funciones, va quedando por descarte el siguiente sentido. Y así hasta quedar expuesto, o tal vez sea el primero de todos los sentidos en trabajar de manera mecánica e instintiva, el sentido del tacto. Es este el sentido más agudo. Ante el frío la piel se engrincha y los vellos de los brazos y de todo el resto del cuerpo se ponen alerta, y una especie de frío repentino invade al cuerpo. Ante el calor, enseguida una sudoración empieza a refrescar el cuerpo, en su instinto de conservación para evitar una subida de temperatura, y evitar males mayores a todo el conjunto. Igual sucede con las emociones, cualquiera sea ella, o negativa o positiva. Una especie de estremecimiento sacude repentinamente a todo el resto del cuerpo, indicando que hay en ese momento una alerta y una alarma. Todos lo experimentan diariamente. Se trata de un sistema de defensa que ha ido desarrollando el cuerpo en su largo e interminable proceso de evolución, para proteger de todo peligro a todo ser viviente. No es la excepción el ser humano. La diferencia del animal en general, es que algunos lo saben usar de manera instintiva, como el perro que comienza a ladrar sin haber ningún elemento visible, o por lo menos perceptible de manera inmediata, o visualmente, o auditivamente evidentes. Su sentido agudo del oído ha percibido ya algún ruido molesto o anormal, y lo ponen en alerta. Sus patas que están al ras del suelo, en contacto con la tierra lo han llevado a percibir algún movimiento o vibración que lo disponen a avisar que las cosas no están bien. Ladra y se hace sentir para espantar cualquier cosa que se avecine y amenace su seguridad. El ladrido es ese aviso preventivo. Eso mismo estaba sucediendo con Damián, en esa conversación en el momento en que Damián, sin saberlo estaba llevando la contraria a lo que estaba exponiendo Nerio.

-- ¡No entiendo! – volvía a reponer Damián ante lo que estaba diciendo Nerio. Damián no se había percatado, ni lo sabía, ni se le hubiese imaginado que su cuerpo ya estaba tomando la delantera en esa comunicación verbal de ideas y de criterios expresados por las palabras. Ya el cuerpo de Damián estaba recibiendo las notas de una comunicación especial. Y reaccionaba instintivamente. Se estaba dejando llevar por la algarabía sensorial del trabajo de los sentidos. Sus ojos lo habían percatado; sus oídos lo habían percibido inaudiblemente. Algo en el aire de ese momento ponían alerta el cuerpo de Damián, en precaución y mandaban las señales para tomar todas las medidas. Damián no se daba cuenta de ello. Ya el hecho de que llevara la contraria y se pusiera como a la defensiva en un ataque provisional y algo temeroso en contra de Nerio, era el indicativo que su cuerpo estaba hablando con el cuerpo de Nerio, con el que ya estaba manteniendo un juego interminable de encuentros y desencuentros. La palabra de Damián, de manera instintiva, manifestaba la realidad de un desencuentro.

Existe momentos en que las conveniencias hace que se olvide de la naturaleza que es más sabia que los condicionamientos de la sociedad. 


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