Capitulo 6

 



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Damián, era muy espontáneo y en nada veía malicia. A pesar de sus 47 años, Damián, parecía un muchacho adolescente en su jocosidad y simpleza. Damián no preveía cosa mala en nada. Lo que pensaba lo decía, y muchas de las veces con mucha naturalidad. No veía segundas intenciones. Tampoco, Damián, tenía segundas intenciones. Por lo menos, no se le veía y no las manifestaba, aunque para algunos, Damián, representaba un obstáculo.

-- ¡Es bastante atrevido Damián! – había comentado Mateo, quien, a pesar de ese comentario sentía mucha simpatía hacia Damián.

En esos cuatro o cinco años largos de incertidumbre y de imprecisiones en el mando, Damián, había sido siempre una espinita que generaba mucha molestia para los jefes, que en este caso eran Silverio, Eugenio y Toribio. A veces se generaba una especie de cuchicheo en plenas reuniones entre Eugenio y Toribio, como indicando que se estaban reservando alguna opinión. Y esa actitud les daba una ventaja sobre todo el conjunto. Les daba buenos resultados, al provocar en el ambiente inmediato un dominio especial. Casi todos se iban sintiendo intimidados con esos cuchicheos. Toribio repetía esa estratégica camaradería. Otras era Eugenio quien las provocaba con una irregular frecuencia, e iba minando la confianza en todos los demás asistentes. Damián en esas ocasiones buscaba desbaratar ese jueguito en el poder, por el poder, con algún comentario o con un arrastre de sillas de manera provocativa, para distraer un poco la tensión que ese hecho generaba. Así como cuando los que quieren desenrollar la mente de un perro, en su estrategia de psicólogos de animales buscan con cualquier chasquido de dedos o con algún sonido producido por la boca, desentramar la mente y lograr desestabilizarlos de sus hábitos enraizados en su mala crianza, y conseguir con ello un nuevo orden en su mente, que los ayude a una vida social más sana…así mismo estaba haciendo Damián, con esa estrategia del ruido desenrollar los nuevos hábitos de Eugenio y Toribio. Al igual que el animal se siente sorprendido, y se alarma momentáneamente en un sobresalto inesperado por el chasquido o ruido del que lo está reconduciendo y transformando en un mejor animal al hacerlo más dócil; de la misma manera y forma Damián, estaba con su estrategia desequilibrando aquel aparente orden, que no era más que malamaña y usanza de poder. Eran los movimientos provocados de Damián, ya por el de la silla que era movida con simpleza y con firmeza, al mismo tiempo, ya por cualquier otro movimiento, los controles mentales que se usaban para comprobar que el dominio no lo tenían los jefes… Los jefes estaban usando en su inseguridad en el mismo poder ese recurso, y les daba buenos resultados, pues tenían a todos en una molestosa e impaciente expectativa. Damián representaba para ellos en ese falso dominio, la contraparte. Y eso molestaba sobremanera a los jefes, tanto a uno, como a los tres.

En esa realidad de la situación, alguien tenía que venir a representar la autoridad, puesto que los jefes eran presa y victima de un poder que se les escapaba. Eso iba aumentando la inseguridad y la sensación de que faltaba sentido de verdadero poder. Lucas empezaba a dar muestras de liderazgo con sus iniciativas. Y, en cierta manera, Lucas venía a ser como una especie de ancla con la que se daba alguna aparente tranquilidad a la nave, que parecía bambolearse al capricho de los vientos, de una travesía sin timonel, sin capitán y sin la luz de la estrella del norte que los guiara. Cualquiera que diera visos de mando, podía ser la brújula que indicara el camino a seguir. Se sentía una experiencia de vacío y de falta de quien tomara semejante responsabilidad. Era, en todo caso, un riesgo alto por correr de quien se aventurara a desempeñar esas funciones de sentido. Lucas había dado ese paso adelante, sin que nadie se lo pidiera. Y el solo hecho de que lo dejaran hacer, fue haciendo que Lucas fuera tomando confianza y seguridad en lo que comenzaba a hacer, con mucho tino. A veces la misma confianza en nosotros mismos, se nos va convirtiendo en un arma de doble filo. Y algunas de las muchas cosas que iba emprendiendo Lucas, fueron dando a sus propias acciones un sentido de fortaleza y de vulnerabilidad. En el lado de la fortaleza, al ir generando el sentido de liderazgo que se necesitaba. Y todos ya empezaban a sentir su influencia y sus decisiones. Y en el lado de la vulnerabilidad, al convertirse imperceptiblemente en el obstáculo a vencer. Era, entonces, el cuarto jefe que se sumaba a los tres que ya estaban instalados y saboreaban la dulzura del poder. Pero que no irían a compartir el mando con quien se empezaba a ver como un intruso. Por lo menos, era lo que experimentaban y percibían Silverio y Eugenio, ya que Toribio era el que en verdad mandaba, aunque en esos momentos había perdido el eje de la conducción en todos los sentidos. 

Es en esas circunstancias en que se estaban originando las rivalidades. Ante la sensación de vacío de poder, por el adormecimiento que se estaba sintiendo en quienes tenían la facultad y los deberes de ejercer la voz y el sentido del mando, se generaba por estiramiento normal de resorte de los extremos, como la parte opuesta, la necesidad de conducción. Bien es sabido que los polos opuestos generan otros polos opuestos, casi como por necesidad física y natural. Es así como de caprichosa la misma naturaleza. El día, que es claridad y todo radiante de luz, tiene en sí la fuerza natural de llevar a su opuesto, que es la noche, al oponer a la luz, la oscuridad. Y son complementarios. La vida, que representa la vitalidad y el movimiento en su mejor expresión, tiene en sí misma la contraparte, que es la muerte para oponerle, precisamente, la opacidad y el entumecimiento de todos los miembros en un total aniquilamiento. E, igualmente, se complementan y se explican y se entienden. El amor que es la expresión de la madurez afectiva y emocional, y que representa la apertura en un infinito caudal de bendiciones, conlleva igualmente el desamor, como el complemento y su explicación, para poder comprender la gran necesidad de amar, evitando a toda costa el no amar como su contrario. Pero si no fuera por el desamor, no se anhelaría tanto el amor. Y son necesarios. Precisamente, porque los opuestos se necesitan y se complementan. Como si existiera en todo el orden de la naturaleza, en todas sus infinitas e incalculables expresiones, un desorden implícito en las mismas entrañas de su esencia que explica su existencia; e, igualmente, ese mismo desorden que tiende al orden por su misma inclinación y propiedades físicas, una vez llegado al orden pretendido, pero impredecible, hace que desde el orden ya conseguido, se tienda de inmediato a la esfera del desorden. Precisamente, porque todo es absoluto movimiento, y nada en la naturaleza es pasivamente estático. Porque el desorden implica y llama de por sí al orden. Y como si el orden tuviese la tendencia cósmica de una fuerza que lo supera y explica, a un desorden también cósmico y universal. Una doble fuerza física que atrae y que aleja, al mismo tiempo; que empuja y absorbe; que recopila y desperdicia; que junta y que desparrama; que une y desune; que aglomera y que dispersa. Todo pareciera indicar, por ley natural, a esa doble tendencia, en donde una determinada manera lleva a todo lo contrario, para explicar la necesidad de la contraparte. Es esa doble fuerza por tendencia natural de la física lo que explica todo proceso de madurez, en donde si se quedara en una sola expresión quedaría incompleta e imperfecto. La vigilia y la actividad del día, grita desesperadamente, pero de manera paulatina y mecánicamente perfecta, por el sueño y el reposo para completar un estado en vías de perfección. Y así en una eterna cadena sin fin, en un constante desgaste en función de la plena realización de la naturaleza, que es caduca en esencia, pero perfectible como proyecto inacabado en eterno movimiento.

Esos eran los momentos en que Lucas aparece en escena para representar su intervención. La necesidad de liderazgo, por la falta de él, lo fueron llevando a la toma del timón de la embarcación. Mateo comienza a tener también mucha participación en ese nuevo balance que comienza a experimentarse a partir de esos momentos. En ese eterno orden-desorden, y desorden-orden, aun en las relaciones de la sociedad, Lucas y Mateo van a ser los anillos de la continuidad del engranaje de esos momentos concretos de la realidad de la empresa. Ambos ignoraban que en el transcurso de los días los dos se iban a convertir en la doble fuerza por atracción física de ese tira y empuje del resorte de los acontecimientos. Así como el resorte se encoge para atraer con fuerza mecánica lo que tiene atado en el otro extremo…una vez ya encogido a su máxima expresión, tiene la necesidad, también mecánica y física, de provocar el estirón en forma de envión y de repulsión violenta para bombear a su plenitud de estiramiento, casi como si expulsara el objeto que ata en su extremidad. Y todo ello atado a una ligazón de raíz que no deja que se desprenda del todo, que lo contiene y que lo expulsa en un retorno y huida sin descanso. Así como los pistones del motor a gasolina, o de cualquier otra fuente de energía que lo mueva, una vez llegados a la parte inferior tiende por programación mecánica a subir para generar la combustión requerida, y así poder sincronizar todos los movimientos en función de todo el carruaje que transporta al pasajero, y poder lograr con ello pasar de un lugar a otro, en la escala interminable de tiempos sin fin… así mismo se presentaban Lucas y Mateo en la sucesión de tiempos y destiempos, de impulsión y de repulsión, de torsión y de empuje, de encogimiento y de estiramiento, de subida y de bajada, facilitando así el paso de los hechos y sucesos de esa realidad en concreto. De todas formas, si no hubieran sido Lucas y Mateo, el transcurso de igual forma se hubiera dado. Pero de forma diferente. Porque no eran imprescindibles estos dos personajes. Simplemente estos dos habían sido los protagonistas de esos acontecimientos, o por lo menos, los dos en la escena de toda una trama, de la que estamos por relatar.



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