Capitulo 7

 



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Lucas había comenzado a tomar el protagonismo en los acontecimientos de esos días. Su liderazgo natural le daba la aprobación en todo lo que hacía. Lucas empezaba a sentir que todo lo que hiciera le era permitido, pues contaba de manera tácita del aval del jefe, que no decía nada en contra. Todo iba saliendo de las mil maravillas. Lucas se caracterizaba por su gran sentido práctico y por su gran capacidad de estar al día en todo. Su facilidad de relacionarse con los grandes de la sociedad y de pactar con ellos alianzas económicas, eran su fuerte. Lo hacía con tanta naturalidad, y nada le parecía costarle el más mínimo esfuerzo. Lucas había aprovechado algunas de esas ventajas y encuentros para mejorar un poco también su entorno. Se había hecho construir una casa con todos los lujos posibles. Su casa era la envidia de todos los vecinos. En ella no faltaba nada. Donde Lucas ponía su mano, todo se embellecía y mejoraba, pues tenía un gran sentido de la pulcritud y de la estética. También había mejorado el frente de la sucursal de la empresa donde le tocaba gerenciar. Esta sucursal era la principal de la zona norte de la ciudad. Y todo el éxito y fracaso de esa sucursal eran el reflejo de la buenaventura de todo el resto. Y, por esos días, todo hacía pensar que a la embarcación le favorecían los vientos, las aguas, las estrellas y las maderas, y la pericia del timonel que llevaba a buen puerto a toda la tripulación con todo el personal humano que en ella iba. Había muchos motivos para estar encantados y fascinados del buen rumbo. Todo era obra de las iniciativas y del buen desenvolvimiento de Lucas.

Una de las notas de la personalidad de Toribio era que empezaba a alabar con cierta adulación enfermiza a sus súbditos. A Damián le venía llamando fuertemente la atención ese detalle, y lo había comentado un par de veces a Matías, quien se desempeñaba como subgerente en una de las sucursales de otras tantas, en la ciudad donde vivía la segunda hija de Mateo. 

-- ¡Date cuenta de un detalle, Matías! – había dicho Damián a Matías en una conversación.

-- ¡Sí! ¡¿Cómo qué será?! – preguntó Matías.

-- ¡Que el jefe cuando comienza a hablar muy bonito de alguien, después lo hunde! – completó la observación sobre la que quería llamar la atención Damián.

A Matías, el comentario de Damián lo había tomado por sorpresa, y empezaba a dar crédito a sus palabras.

-- ¡¿Tú crees?! – preguntó Matías un poco sorprendido del detalle que le estaba haciendo ver su interlocutor. 

-- ¡Acuérdate de Efrén…! – dijo Damián. Damián le había expuesto algunos casos concretos de esa manera del jefe, y le había demostrado, que después de las alabanzas del jefe, a veces hasta un poco desproporcionadas y sin razón de ser, por encontrarse esas alabanzas en momentos que no concordaban con algunos acontecimientos concretos, tenían un reflejo inconsciente de que las cosas se pondrían muy malas para el sujeto adulado por el jefe. Solo era cuestión de esperar algunos días para esperar el zarpazo. Damián le había recordado a Matías, el caso de Efrén, de hacía unos cuatro años antes. Efrén se había desempeñado en la misma plaza de trabajo donde ahora se estaba desenvolviendo Lucas. Era sabido por todos la debilidad que tenía Efrén por la bebida. Se desempeñaba, sin embargo, de una manera muy responsable y todo lo venía haciendo muy bien. Pero no se puede negar, por otra parte, que el alcohol va haciendo estragos en el cuerpo y en el alma de quien de manera excesiva y consecutiva hace uso de él. Efrén había ido sucumbiendo al ensueño alienador que va produciendo el alcohol en el cuerpo. Una copa, primero, en la noche antes de acostarse le fueron dando el encanto de un pequeño mareo y de una sensación de desinhibición muscular y de un fascinamiento sensorial que le iban dando al cerebro una relajación especial. Se iba dando en su cerebro una sensación de placer, al principio un poco novedoso y estimulante. Otra copa más a la suma en las noches siguientes, le iban dando el embelezo de una dulzura paradisíaca envolvente y de unos estímulos liberadores nunca experimentados. Y poco a poco las noches se iban haciendo más cortas por la magia de la desinhibición, y ya no era tan difícil conciliar el sueño nocturno, pues se iba a la cama con una experiencia de sentirse mejor, y más relajado. Al paso de los días y de las noches, su cerebro que sabía conocer lo placentero e iba haciendo con ello un historial de cosas buenas, fueron condicionando y programando todo el comportamiento de Efrén. Noche tras noche fueron generando más relajamiento y más desenvoltura en Efrén. Por ese lado era positivo su encuentro y hallazgo con el alcohol. Pero, por otro lado, lo fueron encerrando en sus experiencias alucinógenas y fueron entorpeciendo sus relaciones con las demás personas en el transcurso de las actividades del día. Efrén seguía cumpliendo a cabalidad con sus obligaciones laborales de gerencia. Pero sus labores eran torpes y cada vez más torpes como consecuencia de los efectos secundarios de la bebida. El cerebro hecho para el bienestar y en beneficio del sentirse bien, le iba pidiendo poco a poco una mayor cantidad de la bebida embrujante, o por lo menos para que le llevara a sentir por más tiempo esa dulce sensación. 

Todo iba aparentemente bien. Se había corrido los rumores de la situación de la tendencia cada vez mayor al paso de los días por parte de Efrén. Algunos ignoraban y desconocían que Efrén ya tuviese dependencia del alcohol. Al menos, Damián no lo sabía, aunque había escuchado algunos comentarios. 

En esos días el jefe Toribio se había deshojado en alabanzas hacia Efrén. Era desproporcionado tanto piropo junto. Damián empezó a notar que algo no andaba del todo bien, y se había colocado como a la expectativa. Se trataba del resorte. En ese momento se estaba encogiendo. Damián no lo sabía ni tenía conocimiento consciente de esa paradoja y comparación. Ni siquiera se le hubiera ocurrido. Pero, el resorte se estaba encogiendo. Había que esperar que se estirara en una descarga compulsiva y violenta hacia el otro extremo de su mecánica programada. También la mente, por su naturaleza físico-biológica-química, hace que el cerebro nos lleve a esa doble fuerza impulsiva-convulsiva. La mente y el cerebro no son la excepción. Nada escapa a esa doble tendencia.

Efrén no era la excepción de esa regla natural. Tampoco lo era el jefe, en su alabanza. Ahora faltaba el momento de la desalabanza. Ya el resorte se había encogido. Faltaba la salida hacia el exterior de manera repulsiva, pero por la fuerza de la física mecánica, para que quedara completo todo el hecho del movimiento que hacía que fuera resorte.

No habían pasado tres meses de esas alabanzas hechas por el jefe hacia Efrén, cuando se había presentado la explosión. Había sido todo un escándalo. Efrén había tenido que salir de mala manera de la administración de la sede de la sucursal principal. Hasta la policía había tenido que intervenir en ese proceso. El jefe había hecho algunas declaraciones de prensa desautorizando y desmoralizando lo más que había podido a Efrén, a quien algunos meses atrás había cubierto de flores y de mil cosas buenas en sus palabras bellas, pero preanunciadoras de la realidad de esa doble fuerza.

-- ¡¿Recuerda lo que pasó con Franc?! – siguió Damián; y le había recordado a Matías esa historia. Dos casos más, Damián le traía al recuerdo a Matías. Eran los de Greg y Franc. El más triste de todos había sido el de Franc, quien se hallaba ahora impedido de acercarse y de mostrarse por la empresa, so amenaza de cárcel. Franc había sido un caso muy doloroso. Se estaba cometiendo una gran injusticia.

Ahora que el jefe Toribio se estaba derritiendo en alabanzas hacia Lucas. Damián empezaba a sentir que las cosas se pondrían grises y muy oscuras para Lucas. La lógica de los acontecimientos pasados le daban todos los elementos para pensar ponerse a la espera de los movimientos de ida y venida, de entrada y salida, de impulsión y de repulsión, de atracción y de extracción, de negro y blanco. Damián pensaba que era injustificada tanta alabanza hacia Lucas, quien había recibido una puesta de alerta por parte de Damián. Pero Lucas se hallaba endulzado y enamorado de lo bonito de esas palabras del jefe.

-- ¡Lucas, quiero hablar contigo! – le había comentado ese día Damián a Lucas.

Lucas se hallaba muy ocupado y no había tenido tiempo para atender la solicitud de su amigo Damián. 

-- ¡De todas maneras…! --- había dicho Damián, sin tener la más mínima oportunidad de poder conversar. Lucas se hallaba en un sitial mental muy elevado. Las palabras del jefe lo habían llevado al justo reconocimiento de su liderazgo.


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